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El circo (segunda parte)

 

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En esta segunda parte hablamos del circo en el mundo de lo ilimitado, también del payaso, de su vida y su muerte. En nuestro cambalache vimos llorar a Buffalo Bill contra unas máscaras de Ensor, todo con fondo de murga, un espectáculo grotesco, desde luego. Buena parte del programa la dedicamos a charlar sobre películas, entre ellas La parada de los monstruos, de Tod Browning, de 1932, la de Chaplin, claro, una de Bergman muy recomendable, Noche de circo –que se llama casi como una novela de la que también comentamos algún pasaje, Noches en el circo, de Angela Carter, publicada en 1984–, y Mister universo, más reciente, del 2016, dirigida por Tizza Covi y Rainer Frimmel.

Un fotograma de Noche de circo, de Ingmar Bergman, de 1953.

Juanma trajo y comentó un texto del Zaratustra de Nietzsche. El principio del pasaje (en la edición de 1997, de Alianza Editorial, página 38) dice así:

Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así:

El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo.
Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse.
La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.

Otras dos referencias que aparecieron en el programa son De l’essence du rire, de Charles Baudelaire, y un libro de Jean Starobinski, Retrato del artista como saltimbanqui.

Como siempre, hubo nota de prensa, y seguimos con una crónica del 1900 que completa un suceso valenciano que ya aparecía en los periódicos de nuestro programa anterior.

Buffalo Bill, actor y estrella del circo.
James Ensor, Máscaras confrontando a la muerte, 1888.

Sebastián nos contó todo lo que hay de importante en una película de Fellini, en una concreta, y trajo la gran pregunta sobre el payaso, sobre su función, primero, sobre su disfunción definitiva, sobre su muerte. Leyó, también, unos apuntes de Starobinski sobre el clown y su irrupción en un mundo ordenado; para muestra, un botón:

Así, puesto que en primer lugar es ausencia de significación, el payaso accede a la elevada significación de oponente: niega todos los sistemas de afirmación preexistentes, introduce en la compacta coherencia del orden establecido el vacío mediante al cual el espectador, separado finalmente de sí mismo, puede reírse de su propia gravedad. (114)

Canario Luna, cantor y payaso.

Editorial

Manolín, autoproclamado «médico de la salsa», tiene un tema, «Te conozco mascarita»…

(Bueno, un momento, antes de seguir esta editorial, quiero aclarar que no pretendo traerles uno de esos ejercicios académicos o periodísticos donde se legitiman expresiones populares con teorías traídas de los pelos, y tampoco lo contrario, es decir, darle un poco de frescor a representaciones teóricas aburridísimas vivificándolas con un producto artístico que se pueda bailar. No, y no solo porque no sabría hacerlo, tampoco me dio tiempo. Porque lo que traigo es un recurso para decir otra y nada más, a medio camino entre la referencia desesperada y un genuino reconocimiento a un artista que me gusta mucho)

Decía, el tema tiene esa cosa ligera y profunda del son que encaja perfectamente con el barroquismo caribeño y el virtuosismo de los coros, el piano y los vientos, todo marchando al paso de una clave disciplinada y punzante. De lo que se trata es de que Manolín vivió en la ilusión del amor demasiado tiempo, la muchacha lo engaño y para colmo lo trató de payaso. Pero ahora los papeles se invierten y todo porque nuestro héroe ya conoce lo que hay detrás. Pero, ¿no sería mejor decir «son los demás lo que conocen la mascarita, yo, Manolín, conozco otra cosa, porque la libertad es conocer las causas y para eso hace falta mucho tiempo y sacrificio»? No. De ninguna manera. La metáfora no es la máscara, la metáfora está en decir «lo que hay detrás».

Creo que encontré la clave del circo y es la misma que la del son. No hay disfraz. Hay un pulso vivo, como los golpes sostenidos de la clave, que está en la superficie, aunque a veces se pierda para el oído, y sosteniendo toda la arquitectura, es la ilusión y la única verdad accesible. Las cúpulas de lona son pura meteorología, a quién le importa. No hay umbrales que franquear en el circo, la entrada es un tributo para los payasos por su valentía. Bueno, eso y, como dijo Karl Marx en Teorías de la plusvalía, «un actor teatral, incluso un clown, es un trabajador productivo, siempre y cuando trabaje al servicio de un capitalista (del entrepreneur)».

En definitiva, no se puede llegar tarde al circo como, en el sentido opuesto, no se puede uno ir de donde nunca estuvo. Siéntense donde ya están hace rato, de nuevo, esto es una segunda vuelta de exhibición hípica, con gente que no sabe montar a caballo.

 

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En el programa escucharon, escucharán o se perdieron las voces de Juanma Agulles, Sebastián Miras, Pedro Coiro y Boris Garcés (autor de la cortina del Naufragio).