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Sobre G. K. Chesterton

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¿Merece la literatura de Chesterton entrar en un canon literario solamente por la calidad de El hombre que fue Jueves? ¿Tiene algún interés para la política? ¿Y para la policía? ¿Fue un testigo histórico relevante? ¿Cuál fue su relación con el tomismo? ¿Era panteísta? ¿Vale la pena dedicarle un programa de radio? ¿Estaba contra los intelectuales? ¿Era un sofista? ¿Ortodoxia se basa en los cuentos de hadas? ¿Qué pensaba que era la naturaleza? ¿Actuó en Hollywood o en algún Western? ¿Controlaba bien la cosa de las metáforas? ¿Era imperialista? ¿Era internacionalista? ¿Tenía una opinión formada acerca del evemerismo? Todas estas preguntas, que asaltan el espíritu de nuestra juventud cada vez que se cruza con un ejemplar firmado por G. K. Chesterton, no dejaron de acompañarnos en cada minuto de este episodio, tanto que ahí siguen, intactas, cuando los micrófonos llevan un buen rato apagados.

(Escucharon a Juanma Agulles, Sebastián Miras y Pedro Coiro. La cortina musical es de Boris Garcés, el fragmento musical del final del programa de Diego Monachelli).  

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El circo (segunda parte)

 

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En esta segunda parte hablamos del circo en el mundo de lo ilimitado, también del payaso, de su vida y su muerte. En nuestro cambalache vimos llorar a Buffalo Bill contra unas máscaras de Ensor, todo con fondo de murga, un espectáculo grotesco, desde luego. Buena parte del programa la dedicamos a charlar sobre películas, entre ellas La parada de los monstruos, de Tod Browning, de 1932, la de Chaplin, claro, una de Bergman muy recomendable, Noche de circo –que se llama casi como una novela de la que también comentamos algún pasaje, Noches en el circo, de Angela Carter, publicada en 1984–, y Mister universo, más reciente, del 2016, dirigida por Tizza Covi y Rainer Frimmel.

Un fotograma de Noche de circo, de Ingmar Bergman, de 1953.

Juanma trajo y comentó un texto del Zaratustra de Nietzsche. El principio del pasaje (en la edición de 1997, de Alianza Editorial, página 38) dice así:

Mas Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así:

El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, -una cuerda sobre un abismo.
Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse.
La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.

Otras dos referencias que aparecieron en el programa son De l’essence du rire, de Charles Baudelaire, y un libro de Jean Starobinski, Retrato del artista como saltimbanqui.

Como siempre, hubo nota de prensa, y seguimos con una crónica del 1900 que completa un suceso valenciano que ya aparecía en los periódicos de nuestro programa anterior.

Buffalo Bill, actor y estrella del circo.
James Ensor, Máscaras confrontando a la muerte, 1888.

Sebastián nos contó todo lo que hay de importante en una película de Fellini, en una concreta, y trajo la gran pregunta sobre el payaso, sobre su función, primero, sobre su disfunción definitiva, sobre su muerte. Leyó, también, unos apuntes de Starobinski sobre el clown y su irrupción en un mundo ordenado; para muestra, un botón:

Así, puesto que en primer lugar es ausencia de significación, el payaso accede a la elevada significación de oponente: niega todos los sistemas de afirmación preexistentes, introduce en la compacta coherencia del orden establecido el vacío mediante al cual el espectador, separado finalmente de sí mismo, puede reírse de su propia gravedad. (114)

Canario Luna, cantor y payaso.

Editorial

Manolín, autoproclamado «médico de la salsa», tiene un tema, «Te conozco mascarita»…

(Bueno, un momento, antes de seguir esta editorial, quiero aclarar que no pretendo traerles uno de esos ejercicios académicos o periodísticos donde se legitiman expresiones populares con teorías traídas de los pelos, y tampoco lo contrario, es decir, darle un poco de frescor a representaciones teóricas aburridísimas vivificándolas con un producto artístico que se pueda bailar. No, y no solo porque no sabría hacerlo, tampoco me dio tiempo. Porque lo que traigo es un recurso para decir otra y nada más, a medio camino entre la referencia desesperada y un genuino reconocimiento a un artista que me gusta mucho)

Decía, el tema tiene esa cosa ligera y profunda del son que encaja perfectamente con el barroquismo caribeño y el virtuosismo de los coros, el piano y los vientos, todo marchando al paso de una clave disciplinada y punzante. De lo que se trata es de que Manolín vivió en la ilusión del amor demasiado tiempo, la muchacha lo engaño y para colmo lo trató de payaso. Pero ahora los papeles se invierten y todo porque nuestro héroe ya conoce lo que hay detrás. Pero, ¿no sería mejor decir «son los demás lo que conocen la mascarita, yo, Manolín, conozco otra cosa, porque la libertad es conocer las causas y para eso hace falta mucho tiempo y sacrificio»? No. De ninguna manera. La metáfora no es la máscara, la metáfora está en decir «lo que hay detrás».

Creo que encontré la clave del circo y es la misma que la del son. No hay disfraz. Hay un pulso vivo, como los golpes sostenidos de la clave, que está en la superficie, aunque a veces se pierda para el oído, y sosteniendo toda la arquitectura, es la ilusión y la única verdad accesible. Las cúpulas de lona son pura meteorología, a quién le importa. No hay umbrales que franquear en el circo, la entrada es un tributo para los payasos por su valentía. Bueno, eso y, como dijo Karl Marx en Teorías de la plusvalía, «un actor teatral, incluso un clown, es un trabajador productivo, siempre y cuando trabaje al servicio de un capitalista (del entrepreneur)».

En definitiva, no se puede llegar tarde al circo como, en el sentido opuesto, no se puede uno ir de donde nunca estuvo. Siéntense donde ya están hace rato, de nuevo, esto es una segunda vuelta de exhibición hípica, con gente que no sabe montar a caballo.

 

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En el programa escucharon, escucharán o se perdieron las voces de Juanma Agulles, Sebastián Miras, Pedro Coiro y Boris Garcés (autor de la cortina del Naufragio).

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El circo (primera parte)

 

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Sacamos el tema del circo con poco entusiasmo y, al final, terminamos haciendo dos programas; aquí traemos el primero. Como siempre, nos acercamos a la biblioteca pública del paseíto Ramiro y encontramos algunos textos sobre el tema, como El circo, de Ramón Gómez de la Serna, las Noches en el circo, de Angela Carter y el Misterio bufo, de Maiakovsky. Una emisión de France Culture nos echó otro cable, sobre todo el primer episodio, donde Caroline Hodak, una historiadora del circo, trata la cuestión con bastante detalle lo emitieron en el 2014, en La fabrique de l’Histoire–.

Georges Rouault (1871-1958) Clown y niño. 1930. Aguada.

Después, cosas que no estaban en la biblioteca pública las encontramos en las librerías; entre lo más recomendable, El libro que editó Pepitas de Calabaza, también en el 2014, una Biografía del circo, de Jaime de Armiñán. De la misma editorial, nos sirvió La ciudad en la historia, de Lewis Mumford. Y nos metimos con otras cosas más, como las películas de Chaplin, Bergman y Fellini, y con varios artículos, entre ellos uno de Francisco Gelman Constantin, «Gitanos, soldados, monos, funambulistas» y otro que se titula «El circo: ¿mezcla de géneros?», de Brigitte Bailly.

(Una curiosidad sobre este programa, que tenemos que comentar para los oyentes más atentos y oidores, es que por uno de los cables de nuestros micrófonos se coló la interferencia de un relator deportivo, tal vez M. Lamas; ahí quedó, en el fondo, de a ratos, aunque no llegamos a descifrar del todo su relación con el circo)

Editorial

Qué cosa es una obra de arte total, no lo sé. Bah, total, es una obra de arte, alguna vez lo pensé. Muchas veces fui a la ópera y en todas me vi luchando contra el sueño y no era el único, porque desde el gallinero hasta el discreto taburete del bombero que cuida del teatro entre bambalinas, todos se parecían, a las pocas horas, a Eurídice. Obvio, peor que te inviten a una de esas horrendas fiestas que parecen organizadas por el Dr. Frankenstein, que quieren ser espectáculos de variété, como los llaman, donde un muchacho recita poemas, mientras otro lo dibuja y ambos son proyectados en una inmensa pantalla porque se le ocurrió al cineasta del grupo, mientras unos violinistas rodean a una bailarina, que anda noviando con el dibujante, todo con un fondo de palets reciclados que forman una escenografía o un masacote que firma un efímero Bofill. Un centro cultural, el fondo de una casa de renta antigua u ocupada, el espacio cedido por algún familiar de uno de los artistas, da lo mismo, lo importante es que la tribuna está repleta de gente que arrastró los pies hasta el lugar, con la única esperanza de un futuro gesto recíproco, porque claro, todos son artistas, como decía Debord cuando saludaba a un grupo de fans: «¡Buenas tardes artistas! Y perdón si me equivoco». Roland Barthes, un poco condescendiente, hablaba de una sociedad de emisores en estos términos:

cada persona con quien me encuentro o que me escribe, me dirige un libro, un texto, un balance, un prospecto, una protesta, una invitación a un espectáculo, una exposición, etc. El goce de escribir, de producir, apremia a todos; pero como el circuito es comercial, la producción libre sigue atascada, enloquecida y como desesperada; las más de las veces, los textos, los espectáculos van allí donde no se los reclama;

Vitaly Lazarenko

Si en una sociedad emancipada todo seremos acróbatas por la mañana y mujeres barbudas por la tarde, si cada cual es “uno de los nuestros”, tampoco está garantizado que haya unas gradas para la pasividad frente a nuestra metamorfosis. ¡Tantísimo mejor! ¿Cómo contemplaría un número cómico un espectador emancipado? ¿O no hay espectadores cuando el arte recubre la vida? Y ahora, ustedes, ¿están ahí quietitos mientras escuchan¿ ¿o hacen cosas? ¿Se notan demasiado nuestros malabares? No lo sabremos porque los focos nos encandilan, el trapecio nos marea, y del público, con suerte, llega alguna risa. Estamos ocupados, no queremos respuestas, solo emociones y aburrimiento, esto es el circo, pónganse incómodos.

La silla del bombero, detrás de escena, en el Teatro Real de La Moneda, en Bruselas.

En el programa escucharon, escucharán o se perdieron las voces de Juanma Agulles, Sebastián Miras, Pedro Coiro y Boris Garcés (autor de la bellísima y estimulante cortina del Naufragio).

 

 

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La propaganda

En este programa distorsionamos y empleamos arteramente los textos de Jacques Ellul, Mumford, Peter Brown, Robert Darnton, Ok Diario, Armand Robin, Bernays, del museo de la propaganda de Hong Kong y de tantísimas otras fuentes, para inducir a nuestros oyentes a que compren sus alimentos en la tienda Baratísssimo, Avenida de Alcoy y Sargento del Río Llamas, abierto todos los días de 9 a 21 horas, menos los domingos, que cierra al mediodía.

 

Este programa lo hicimos Juanma Agulles, Sebastián Miras y Pedro Coiro. La canción con la que abre el programa es de Boris Garcés.

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La renuncia

En este episodio de Naufragio en Marcha hablamos sobre lo que significa renunciar, nos desplazamos hacia la cuestión de la deserción, contamos algunas historias sobre los renunciantes en la Antigua Roma, de Peregrino, que quiso renunciar a los bienes y más tarde a la vida, de un oficial que desertó por amor y simuló ser Mefistófeles para sobrevivir, del entrañable soldado Švejk, de la imposibilidad de conocer una comunidad de anacoretas y de una organización de la renuncia en el barrio de Manuel Mandeb.

 

Algunas referencias:

Jordi Llovet, Adiós a la universidad, Galaxia Gutenberg, 2011.

Raquel Taranilla, Noche y océano, Seix Barral, 2020.

El blog de Raquel Taranilla y su entrada sobre la Quit Lit: https://raqueltaranilla.wordpress.com/2018/03/04/bye-bye-campus-sobre-la-emergencia-de-la-quit-lit/

Alejandro Dolina, Crónicas del Ángel Gris, Colihue, 1987.

René Girard, La anorexia y el deseo mimético, Marbot, 2009.

Perec «El americano desertor que dejó morir a su patrulla en Corea», La vida instrucciones de uso, Anagrama, 1992, pp. 233-239.

Peter Brown, Por el ojo de una aguja, Acantilado, 2016.

Peter Brown, El cuerpo y la sociedad, Muchnik Editores, 1993.

Luciano de Samósata, Discursos sagrados. Sobre la muerte del peregrino. Alejandro o el falso profeta, Akal, 2013.

Jaroslav Hašek, Las aventuras del buen soldado Sveijk, Debolsillo, 2010.

Pascal Quignard, Sobre la idea de una comunidad de solitarios, Pre-textos, 2018.

Ambrose Bierce, Diccionario del diablo, Valdemar, 2019.

(Esto lo grabamos a principios del 2022, y hubo alguna mención, de pasada, a la deserción de la guerra en curso, pero no conocíamos aún la importancia que ganaría la renuncia en estos días. En cualquier caso, posible oyente, no traemos información de última hora, ni un análisis riguroso sobre los hechos de ningún acontecimiento, sino una conversación sobre el mundo y las cosas que no es tampoco del todo digna de la lechuza de Minerva. Queremos charlar como lo que somos: actores perplejos de este mundo que buscan ordenar esa perplejidad, o, aunque sea, experimentarla en compañía).

(Afiche que circula en las redes en defensa de la deserción, en septiembre del 2022)

En el programa escucharon, escucharán o se perdieron las voces de Juanma Agulles, Sebastián Miras, Pedro Coiro y Boris Garcés (autor de la bellísima y estimulante cortina del Naufragio).

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Sobre Naufragios

En este primer episodio hablamos, claro, de naufragios. Para preparar el programa nos acercamos a Julian Barnes, Hans Blumenberg, Hans Magnus Enzensberger, Simon Leys, Antonio de Pigafetta, a Géricault, a Rodin,  charlamos del Batavia, de Guerra y Paz, de Lucrecio, de pintores satanistas, de ¡Viven!, sobre un libro no irónico que se titula Cómo disfrutar en los aeropuertos, del Conde de Lautréamont y de castillos de arena en la playa del Postiguet.

(Descargar el audio desde la página de Ivoox)

Esto lo hicimos Juanma Agulles, Sebastián Miras y Pedro Coiro. La canción con la que abre el programa es de Boris Garcés.